Equivocadamente relacionamos ciertos tonos cromáticos con estaciones del año. Así, los colores tierras nos los ponemos directamente durante el otoño, los flúor son cosa del verano, los tonos pasteles para la suave primavera y los tonos grises y oscuros para el invierno. Es cierto que esta guía nos viene fenomenal para tener claro que tonos van mejor en cada estación, pero si queremos triunfar con nuestros looks, lo mejor es tirar la tabla cromática para cada época a la basura y crearnos una propia. Una en la que no nos rijamos por si hace calor o frio, sino por cómo nos sintamos para decidir que colores nos apetece llevar cada día.
Un color que siempre hemos renegado de llevar en invierno ha sido el blanco. Continuamente hemos escuchado que el color blanco era un color puro, refrescante y con mucha luz, que sentaba genial cuando estábamos bronceadas por el sol veraniego. Ante esta evidencia no podemos llevar la contraria porque la verdad es que el blanco en verano es de lo más chic pero, ¿por qué de ser el color rey del verano, pasa a estar en el más absoluto olvido en el invierno? Quizá sea por eso de que nos mimetizamos con el ambiente. Los días son grises, oscuros y anochece mucho antes y por eso, solo por eso, nos creemos que llevar blanco en nuestras prendas de invierno es un absoluto error, cuando el error es no llevarlo.
Si seguimos la misma teoría que utilizamos para el verano, el color blanco aporta mucha luz, muy necesario en el invierno, vitalidad y energía, y por si fuera poco, aunque nuestro bronceado nos haya abandonado, sigue siendo favorecedor en un rostro blanco. Hay que sacar pantalones, jerseys y blusas de este color y arriesgarnos con un total white. Al igual que el negro es un color que funciona perfectamente durante todo el año, el blanco, no es menos. Y si nos atrevemos a combinar blanco y negro, nuestra apuesta nos llevará al éxito ya que es una pareja que funciona perfectamente. Llena tu armario de luz, recarga pilas e inunda tu vestuario de invierno del color más vivo, el blanco.
