A finales del siglo XIX, Enrique Loewe Roessberg aterrizó en la calle Echegaray (hoy calle Lobo) de Madrid para emprender un camino que le llevaría, junto a uno de los artesanos del cuero más famosos del momento (en activo desde 1846) con el que se asoció, hasta los palacios más excelsos y los mismos cielos de la moda.

Loewe, desde 1846 marcando los ritmos de la moda española

Dedicada a la fabricación de complementos, sobretodo para hombre (marroquinería diversa, bolsas, carteras, billeteros, complementos de montura…) en los primeros años, Loewe no tardó en abrir nuevas líneas de productos inspirados en el diseño alemán de la época, una gran novedad entonces, que pronto llamaron la atención de las clases más distinguidas.

Loewe nace en Madrid para subir a los cielos de la moda internacional

El pequeño taller de Lobo pronto quedó pequeño para alojar a los artesanos que trabajaban para la marca, cada día con más pedidos y encargos que le llegaban de todas las partes del reino. Se trasladó a unos nuevos locales, en la calle Príncipe de la misma capital española, desde donde Loewe vivió un ascenso fulgurante en el mundo de la moda.
Loewe no sólo destacaba en la fabricación de piezas de cuero exclusivas, sino también en la comercialización de las mismas. Contó, desde sus inicios, con los cartelistas más experimentados y reconocidos de la época que dibujaron para la firma atractivos carteles y reclamos publicitarios, algo que unió a Loewe con las artes gráficas y la imagen desde sus inicios y que la marca ha cuidado con esmero hasta la actualidad.

Loewe, marca de distinción y elegancia

En 1905 fue distinguida con la mención de Proveedora de la Casa Real y su fundador recibió de manos de Alfonso XIII el título de Conde. Loewe abrió, también entonces, dos sucursales en Barcelona y experimentó un crecimiento constante hasta la llegada de la Guerra Civil, un acontecimiento que detuvo durante algunos años su expansión. Pero tras la tormenta llega la calma y con ella, aquí, llegaron las estrellas de Hollywood atraídas por el clima y los intereses de los productores de cine en los escenarios peninsulares. Los famosos del cine norteamericano de los años 50 se enamoraron rápidamente de los productos de la firma española, un hecho que propició la llegada de lo único que entonces le quedaba por conseguir a Loewe: una firme proyección internacional y el desembarco definitivo de Loewe en los cielos de la moda.

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