Bien, sí, lo acepto: me quedaba esto en el tintero y a lo mejor no viene ya muy a cuento hablar de la Semana de la Moda de Río meses después de su celebración. Pero si no hablo de ello reviento, así que vamos allá. Pero primero, un par de reflexiones generales que me parecen oportunas antes de valorar la burbuja Coca-Cola.
Una de las grandes cualidades de la moda es que, por definición, huye de valores absolutos, escapa a la rigidez y a la imposición de ciertas convenciones y empuja siempre hacia adelante aunque muchas veces se inspire en el pasado. Eso es así y quien entienda la moda como una ciencia exacta estará entendiendo más bien poco, o nada, de lo que es verdaderamente este mundo apasionante. Hasta aquí mi primera reflexión. Va la segunda.
La habitual convergencia en algunos puntos y matices entre colecciones de distintos diseñadores hace pensar que, aunque la moda no sea una ciencia exacta, sigue unos determinados patrones que acata y, al mismo tiempo, de los que se sirve. Así, podemos detectar ciertas regularidades, elementos comunes y líneas discursivas coherentes en la moda; es decir, la moda no es un caos y, si lo fuese, sería un caos perfectamente ordenado. Así que hasta cierto punto, en moda vale eso de que ‘sobre gustos nada hay escrito’, ‘para gustos colores’ y demás refranes archiconocidos; pero la moda para nada no es sólo eso, y ni mucho menos ninguna de estas frases prefabricadas describe en absoluto, ni siquiera tímidamente, lo que es la moda ni sus mecanismos propios de funcionamiento. Hasta aquí la segunda reflexión.
¿Una conclusión? Coca-Cola se podría haber quedado en casa. Así de claro.
No me gusta meterme con lo que no me gusta. Siento que en el terreno del placer estético es fácil ofender y sentirse ofendido, y no soporto ver cómo a veces se pretende hacer ciencia u objetivar partiendo de meras opiniones personales, elevándolas a la categoría de precepto universal. Así que no voy a caer en ello; simplemente diré que la colección de Coca-cola para el próximo otoño-invierno no me gusta. No me gusta nada. A partir de aquí, extenderme en calificativos -dejad ir vuestra imaginación y acertaréis de pleno- sería algo que podría ofender a alguien y nada está más lejos de mis intenciones porque, como decíamos, sobre gustos no hay nada escrito. Pero me ofende muchísimo que esta premisa sirva para asaltar la pasarela de moda de cualquier lugar o momento, como lo ha hecho Coca-Cola, haciendo gala del don de la inoportunidad y de un ‘me importa un cuerno lo que opinen los expertos’ que, si bien vale para algunos genios, no sirve para todo el mundo. Al menos no en moda.
Pensar que el dinero, el poder y el atrevimiento son condiciones suficientes para exponer una colección como la suya me ofende en lo más íntimo. La moda no es eso, es mucho más. Si tienes calor puedes beber Coca-Cola (o agua, o cerveza, o…) pero si tienes sed de moda, no creo que su colección sea la mejor opción para saciarte.